" Todos los nombres "
Hoy es un día hermoso, hace sol, temperatura agradable, y lo mejor, no tengo que trabajar, decido no perder el tiempo en el hastío. Evocando que en algún sitio había leído que ya estaba en marcha la feria del libro me dirijo a la Plaza Santa Clara.
Me deleita pasear con lentitud lúcida por los tenderetes de los libreros mirando y hojeando los libros, después de un extenso escrutinio me compro “Todos los nombres”, del portugues José Saramago, tiene que estar bien, trata de un ser solitario, subyugado y atormentado por su personalidad que pasa por situaciones tan demenciales como hablar con el techo de su habitación, si tiene que estar bien, me van los tipos con angustias tamizadas todas ellas por el peso de su existencia. Como es pronto para retomar el cauce que me conducirá a mi casa, abandono este zoco de venta de libros y con esa falta de empuje que ahora mismo no tengo para hacer otras cosas de utilidad decido entregarme a la molicie y sentarme en un banco rodeado de palmeras y de gente sin obligaciones que solo piensan en sus sueños, sus esperanzas, y sus márgenes como única posibilidad de vivir. Miro al cielo y dejo que el sol acaricie mi cara, me siento abrazado por el calor que irradian sus rayos, miro el libro y empiezo a leer: a Pilar (empieza bien este libro me gusta que todo un Premio Novel dedique un libro a una mujer) sigo: Encima del marco de la puerta hay una chapa metálica larga y estrecha, revestida de esmalte. Sobre un fondo blanco, las letras negras dicen Conservaduría General del Registro Civil. El esmalte está agrietado y desport...
Me deleita pasear con lentitud lúcida por los tenderetes de los libreros mirando y hojeando los libros, después de un extenso escrutinio me compro “Todos los nombres”, del portugues José Saramago, tiene que estar bien, trata de un ser solitario, subyugado y atormentado por su personalidad que pasa por situaciones tan demenciales como hablar con el techo de su habitación, si tiene que estar bien, me van los tipos con angustias tamizadas todas ellas por el peso de su existencia. Como es pronto para retomar el cauce que me conducirá a mi casa, abandono este zoco de venta de libros y con esa falta de empuje que ahora mismo no tengo para hacer otras cosas de utilidad decido entregarme a la molicie y sentarme en un banco rodeado de palmeras y de gente sin obligaciones que solo piensan en sus sueños, sus esperanzas, y sus márgenes como única posibilidad de vivir. Miro al cielo y dejo que el sol acaricie mi cara, me siento abrazado por el calor que irradian sus rayos, miro el libro y empiezo a leer: a Pilar (empieza bien este libro me gusta que todo un Premio Novel dedique un libro a una mujer) sigo: Encima del marco de la puerta hay una chapa metálica larga y estrecha, revestida de esmalte. Sobre un fondo blanco, las letras negras dicen Conservaduría General del Registro Civil. El esmalte está agrietado y desport...