"Presencia"
Varias veces me ha robado el sueño en el último mes. Siempre en mitad de la madrugada, puntual, una especie de presencia invisible invade mi cuarto instándome a que la siga.
Rodeado por una sensación de inquietud emocionante que siento a flor de piel me levanto de mi cama e imbuido por creencias mágicas la sigo.
Recorro las habitaciones de mi casa, cuyas puertas se abren sin que una mano corpórea empuje los pomos hasta detenerme en una totalmente desconocida para mí. Deseoso de desentrañar el misterio, abro la puerta que tengo ante mí.
Un minimalismo denso con querencia por el blanco domina la habitación, y un misterio rodea ese ambiente reinado por un silencio lleno de presagios.
Un sonido grave y lento, suave y recio, hondo y tenue procedente de un violonchelo comienza a horadar el silencio reinante. Una prodigiosa mano femenina maneja el arco. Digitaciones absolutas en su mano izquierda. Ataques rigurosos y precisos provocan un sonido virtuoso, pero sobre todo provoca, una capacidad extraordinaria de hacer volar, sentir y soñar al que lo escucha.
Al compás del esbelto cuerpo de la chelista, y en la soledad suprema de la noche, el sonido del violonchelo estremece y entre las luces proyectadas a espaldas de la violonchelista un ciclorama esculpía su nombre: Jacqueline Du Pré.
Rodeado por una sensación de inquietud emocionante que siento a flor de piel me levanto de mi cama e imbuido por creencias mágicas la sigo.
Recorro las habitaciones de mi casa, cuyas puertas se abren sin que una mano corpórea empuje los pomos hasta detenerme en una totalmente desconocida para mí. Deseoso de desentrañar el misterio, abro la puerta que tengo ante mí.
Un minimalismo denso con querencia por el blanco domina la habitación, y un misterio rodea ese ambiente reinado por un silencio lleno de presagios.
Un sonido grave y lento, suave y recio, hondo y tenue procedente de un violonchelo comienza a horadar el silencio reinante. Una prodigiosa mano femenina maneja el arco. Digitaciones absolutas en su mano izquierda. Ataques rigurosos y precisos provocan un sonido virtuoso, pero sobre todo provoca, una capacidad extraordinaria de hacer volar, sentir y soñar al que lo escucha.
Al compás del esbelto cuerpo de la chelista, y en la soledad suprema de la noche, el sonido del violonchelo estremece y entre las luces proyectadas a espaldas de la violonchelista un ciclorama esculpía su nombre: Jacqueline Du Pré.
Escrito por: Raraher- © Copyright- Hora 21:11
27 Dijeron
